"Cuando uno ya es viejo se gana
sabiduría, tolerancia, consejería, templanza, ecuanimidad; pero se pierden
otras cosas: la vigorosidad y toda fuerza y energía disminuyen; también la
capacidad de retención de conocimiento y memoria, también la consecución
de nuevos proyectos y supuestos éxitos. Pero ¡oh ingratitud! también se pierden
las nalgas. Huyen como ladronas en la oscuridad del tiempo. Se escurren como
apéndices cansadas de tanto trabajar. Se caen para ya no ser deseadas ni vistas
por ojos lascivos de deseos inconfesos.
Tal vez ésta sea la razón que a los
congresos de Optometría ya no acuden los viejitos desnalgados. Es un martirio
estar sentado de 8.30 de la mañana a 6 de la tarde en una silla cruel. Pones
una hora la nalga derecha, otra hora la nalga izquierda, otra hora las dos,
mejor dicho pones lo que te queda de nalga porque la verdad pega hueso con
tabla.
Por eso no encontré a nadie de mi
generación. Ya renunciaron al conocimiento nuevo, en aras de evitar el dolor
nalgarino. Por ello he decidido que si regreso a los congresos será con una
almohada que unas veces pondré dentro de los pantalones y otra sobre la silla.
¡Bendita juventud! ¡Que bueno que tienen
hambre de conocimientos nuevos! Y además tienen nalgas."