Razón para seguir
Denise Dresser
Periódico Reforma Lunes 30 de Diciembre del 2013
Con
frecuencia escucho la pregunta:¿Cómo le hace usted para seguir peleando? ¿Para
permanecer en la lucha por un país mejor? ¿Para levantarse en las mañanas a
pesar de todo lo que no cambia? La corrupción. El patrimonialismo. La
Impunidad. La brecha entre una clase política que debería representarnos pero
no lo hace. La supervivencia de personajes como Ulises Ruiz, Mario Marín, Fidel
Herrera, Humberto Moreira, Carlos Romero Deschamps, Arturo Montiel, entre
tantos más. Y cuando escucho reiteradamente la pregunta pienso en el famoso
libro de Victor Frankl, Man´s Search for Meaning.
Un libro
escrito por un sobreviviente de los campos de concentración que perdió a su
esposa allí. Un libro que no describe los grandes horrores sino la multitud de
pequeñas tormentas. La historia no contada de los sacrificios, la crucifixión,
y la muerte de los innombrables. Los que no tenían nombre y apellidos famosos.
Los que estaban en la lucha diaria por la supervivencia, por un pedazo de pan,
por la vida misma. Quince mil cautivos en Auschwitz en celdas diseñadas para
doscientos Muertos de miedo, muertos de frío. Muertos de incertidumbre.
Validando la frase de Dostoyevsky de que un hombre puede acostumbrarse a
cualquier cosa, mientras no se le pregunte cómo.
Y en
México nos hemos acostumbrado a muchas cosas que no deberíamos tolerar. La
mendacidad de nuestros políticos. El horror de nuestras cárceles, pobladas de
inocentes. La persecución de una joven que mata a su violador en un caso
legítimo de auto-defensa. La proliferación de reformas que no se traducen en
beneficios para las grandes mayorías. Un país que se rehúsa a medir la calidad de sus alumnos y la mala
educación que reciben. El abuso diario de las compañías de telecomunicaciones y
el pésimo servicio que ofrecen. La voracidad de sindicatos que siguen
protegiendo sus feudos y sus privilegios y sus contratos. Realidades ante las
cuales unos reaccionan con apatía, otros con cinismo, unos con indolencia,
otros con pasividad. Pocos con indignación participativa.
Pero como
escribe Frankl, ante circunstancias terribles, los seres humanos si tienen la
posibilidad de acción. Los hombres sí pueden preservar los vestigios de
libertad espiritual, independencia de pensamiento, la posibilidad de escoger un
camino propio. En el campo de concentración, cediendo un pedazo de pan. En
México, contribuyendo a su comunidad de alguna manera. Cómo cargar la cruz le
da un significado mayor a la vida. Elegir la auto-preservación egoísta o ser
valiente, digno, generoso. Ante el destino dado siempre existe la oportunidad
de lograr algo a través del sufrimiento y darle un significado.
Dice
Nietzsche que “alguien que tiene por qué vivir; puede soportar el cómo”. Un
sentido. Un objetivo. No lo que esperamos de la vida sino lo que la vida espera
de nosotros. Lo que el país espera de nosotros. Alguien que se vuelve
consciente de la responsabilidad hacia cualquier otro ser humano nunca
desperdiciará su vida. Trabajará para que la joven Yakiri sea liberada. Para
que la prueba Enlace sea mejorada y restablecida. Para que Telmex deje de
prometer un servicio que en realidad no ofrece pero de cualquier manera cobra
por él. Para que el gobierno mexicano intervenga para devolverle a Maude
Versini sus hijos, ilegalmente secuestrados. Para que en las cárceles no quepa
un sólo inocente más. Para que el petróleo no vuelva a acabar en manos de unos
cuantos. Para que la clase política reconozca y devuelva derechos ciudadanos
que han sido coartados o arrebatados.
Y sabe que en los tiempos difíciles alguien – un maestro, un amigo, alguien vivo o muerto, un Dios – nos mira y espera que no lo desilusionemos. Como lo hace mi padre, desde algún lugar del paraíso (seguramente una biblioteca) donde espera que siga luchando contra los dragones. Donde espera que ame a mi país tanto como él lo hizo. Don de no pierde la fe en que me levante y dé una buena clase o escriba una buena columna o participe en una buena causa o sacuda alguna conciencia. Como el 89 por ciento de los encuestados por Frankl quienes respondieron que necesitaban “algo” por lo cual vivir. O el 61 por ciento que daría la vida por ése “algo”.
Ese algo
que es el atardecer sobre el Ixtlacíhuatl, la sonrisa de Toño Zúñiga al ser liberado,
el sonido del afilador de cuchillos mientras recorre las calles de la Condesa.
La majestuosidad y el misterio de Mitla, andar en bicicleta por Reforma,
cualquier comida en “Dulce Patria”, el pelo rizado de mi hija Julia. Ese algo
que es la razón para seguir. Mi país. Nuestro país.